El mensaje del Presidente de la república que ofreció para recibir el año el cuatro de enero de 2015 ofrece información sobre la distancia que hay entre el imaginario de quienes dirigen la nación y la realidad.
Si el Presidente cree en su mensaje, si
fue sincero, es posible que tenga en mente que con las once reformas que se han
hecho en su gestión las condiciones del país hayan cambiado. Es verdad, en su
lógica estas reformas aceleran las condiciones para su desarrollo, aunque el
desarrollo aquí quiere decir que se produzca más y genere más riqueza. ¿Qué
sucederá?
Al menos en el imaginario que promueve el
mensaje del presidente la corriente eléctrica, la gasolina y la comunicación
serán menos costosas para los hogares y los negocios. Habrá un fuerte impulso
para los proyectos de jóvenes emprendedores y se tendrán incentivos fiscales
para los productores agrícolas de Chiapas, Guerrero y Oaxaca. Habrá tres zonas
económicas que tendrán incentivos en el Istmo de Tehauntepec, en los municipios
cercanos al puerto de Lázaro Cárdenas y puerto Chiapas.
Es curioso que el costo de los alimentos
no se considere ni como un logro ni como un reto para la economía del país, que
se promueva la idea de un supuesto ahorro en las economías familiares por medio
de tarifas telefónicas y no se haga nada con el consumo de alimentos.
Es curioso también que se promuevan
incentivos fiscales para las actividades agropecuarias de Chiapas Guerrero y
Oaxaca. Sin duda eso podrá traer beneficios al mercado, por supuesto los
primeros beneficiados serán los grandes productores, los campesinos comuneros y
los pequeños productores necesitarían otro tipo de apoyos.
El país que preocupa entonces parece ser
el país de los empresarios, a ellos sí que les ayudan los incentivos fiscales,
el ahorro en gasolina para transportar sus productos y tratos preferenciales en
zonas tan codiciadas como el Istmo de Tehuantepec.
Los pobres del país están en todo el
territorio y casi nunca tienen sus actividades productivas bajo algún régimen
fiscal, ni hacen mil llamadas telefónicas. Son los que padecen el impacto de la
violencia, los que han sido desplazados, robados y humillados por la mano
armada, los que pagan y seguirán pagando los costos altos de los alimentos. Ya
sea porque no pueden dejar de comprarlos o porque al dejar de comprarlos sean
afectados en su salud.
A ellos seguro se dirigió cuando mencionó
su compromiso por combatir la impunidad y la corrupción; a ellos debería haber
dicho algo concreto, plausible y sensible para resolver las miles de
desapariciones, los feminicidios y a los que hay que dar cuentas del destino de
los recursos que supuestamente buscan disminuir la pobreza en un país donde
ésta cifra es de las pocas que aumentan en sus cuentas nacionales.
Tal vez convenga hacer un último esfuerzo
navideño y pedir a los reyes magos o a quienes sea que aún cumplan deseos que
en éste país los políticos dejen de pensar en su beneficio y dejen al menos que
la población busque el propio, que los despilfarros de sueldos y prestaciones
sean la excepción y no la regla, que se permita la auto organización ciudadana,
transparente y ordenada para lograr fines comunes y por último, que la visión
del futuro deje de ser la de un territorio gruyere, que en
unas décadas terminará agujereado pero que entonces, ni tendrá un sabor más
robusto, ni será codiciado por los encantos de su sabor.
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